Homenaje al hombre mas grande de la historia de nuestro pueblo en el 5to aniversario de su muerte....... Padre Luis José Quinn 11-10-2007

Al cumplirse hoy el 5to aniversario del fallecimiento de el hombre mas grande que aya tenido nuestra provincia de Ocoa en su historia el padre Luis José Quinn Cassidy ,nuestro blog le rinde homenaje al hombre que mas contribuyó a el porvenir y el desarrollo de nuestra provincia sin haber nacido en nuestra tierra y sin pedir nada a cambio,por eso el padre Quinn vivirá en el corazón de todos los ocoeños por siempre no solo por ser la persona que mas ayudó a los pobres de nuestro pueblo si no por ser un sinonimo de sensibilidad humana,honradez y humildad,habiendo manejado grandes sumas de dinero que los invirtió en los necesitados de toda la provincia y sus necesidades y siendo sepultado en un ataud de madera rustica a su petición como muestra de la humildad que lo caracterizaba.

Luis Quinn


--Luis José Quinn Cassidy (Newcastle, Inglaterra, 12 de enero de 1928 - Fort Lauderdale, Florida, 11 de octubre de 2007). Llamado el "Protector de los Pobres".1 Fueron sus padres David Quinn y Mary Elizabeth Cassidy.


El padre Luis Quinn nació en Newcastle, Inglaterra, el 12 de enero de 1928. De niño se fue a vivir a Toronto, Canadá. Mientras estudiaba en el St. Michael`s College School, sintió el llamado del sacerdocio misionero. Ingresó en el seminario San Francisco Javier, de los misioneros Scarboro (OFS, por sus siglas en inglés). Fue ordenado sacerdote por el cardenal McGuigan en diciembre de 1952, y asignado como sacerdote misionero en la República Dominicana en 1953.

Entre 1953 y 1965 estuvo asignado como párroco en varias localidades dominicanas y regresó por un tiempo a Canadá, donde se preparó en liderazgo y desarrollo comunitario, cooperativas y asociaciones de crédito en el Coady International Institute, de Antigonish, Nueva Escocia. En 1965 asumió la dirección de la parroquía San José, de San José de Ocoa (Ocoa), un pueblito de la República Dominicana, donde se quedó durante los siguientes 42 años, hasta su muerte. Durante ese tiempo vivió en la "casa parroquial", una casita de madera junto a la parroquia, que había encontrado al llegar al pueblo en 1965, cuyas puertas estuvieron siempre abiertas, y en la que el padre Luis recibió, sin excepción, a la innumerable cantidad de personas que pasó a visitarle: desde los presidentes de la República Dominicana hasta el más humilde campesino.

El padre Luis Quinn murió el jueves 11 de octubre de 2007, a los 79 años de edad, en Fort Lauderdale, Florida, después de una cirugía de corazón abierto. La muerte le encontró aquejado por múltiples achaques: una dolencia cardíaca por la que ya se le había practicado una operación a corazón abierto, una dolorosa dolencia en la columna vertebral y el mal de Parkinson que, según bromeaba, era lo que más tenía en común con el papa Juan Pablo II. Sus últimas palabras, expresadas en español, fueron: "¡Tengo que vivir, amo a mi pueblo!".

Fue su voluntad que le sirviera de ataúd una caja de pino, como las que se utilizan para sepultar a los campesinos pobres de la República Dominicana. Sus restos se trasladaron a Ocoa. Con motivo de su muerte, el presidente de la República Dominicana declaró un día de duelo nacional. Durante dos días, alrededor de 25.000 personas desfilaron por delante de su ataúd para decirle adiós, velar sus restos y orar por él, desde las más humildes familias de las montañas de Ocoa, hasta los senadores y diputados, el Presidente de la República y los jueces de la Suprema Corte de Justicia, el nuncio papal y representantes del gobierno de Canadá en la República Dominicana.2 La misa funeral fue celebrada conjuntamente por el obispo Freddy Bretón y el padre Jack Lynch, Superior General de los Misioneros Scarboro. El 19 de octubre fue sepultado en el templo parroquial de San José de Ocoa.

En los 42 años que vivió en San José de Ocoa, el padre Luis Quinn fue el responsable de la construcción y pavimentación de 600 kilómetros de carreteras; la instalación de 60 kilómetros de sistemas de riego; la construcción de 2000 viviendas; la reparación de otras 7000 viviendas; la plantación de 12 millones de árboles para la reforestación; la construcción de 69 escuelas; la construcción de 11 clínicas; la construcción de 13 centros comunitarios; el diseño y construcción de letrinas; la excavación de pozos de agua; la construcción de una presa hidroeléctrica; la conclusión de innumerables proyectos educativos para niños y jóvenes en alfabetización, economía doméstica, carpintería, artesanía, joyería, confección textil y otras habilidades técnicas; la organización de cooperativas entre los campesinos, y la organización de ferias agropecuarias para la exhibición y venta de los productos ocoeños, etc.

Para llevar a cabo esta labor, el padre Luis dirigió la Asociación para el Desarrollo de San José de Ocoa ("la Junta"), una organización sin fines de lucro, a través de la cual canalizó el trabajo de más de 20.000 voluntarios, especialmente jóvenes estudiantes y profesionales canadienses, que viajaban a la República Dominicana con el fin de tenderles una mano a los ocoeños. A los voluntarios extranjeros se sumaron decenas de miles de campesinos de las zonas rurales beneficiarias, jóvenes voluntarios de los grupos de jóvenes de la parroquia de Ocoa, las hermanas Hospitalarias de San José, otros sacerdotes misiones de la orden Scarboro, catequistas, técnicos contratados para proyectos específicos, organismos internacionales y el personal de "la Junta".

Las razones que convierten el trabajo del padre Luis en una hazaña pueden explicarse en el hecho de que muchas veces tuvo que trabajar con escaso o ningún recurso económico. En ocasiones, sus proyectos se iniciaban sin recursos y se concluían por la combinación de la creatividad y del aprovechamiento del voluntariado y de las donaciones de personas y colectivos canadienses. Con el tiempo, sus esfuerzos concitaron el apoyo de diversos organismos internacionales, como la GTZ de Alemania, la Canadian International Development Agency (CIDA), la Unión Europea y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros, que llegaron a financiar muchos de sus proyectos.

Para un pueblo eminentemente rural, como Ocoa, de un país pobre como la República Dominicana, su obra y legado es invaluable.

El padre Luis combinaba el duro trabajo cotidiano con su misión pastoral; además de estar a cargo de la parroquia, debía oficiar liturgias en diversas localidades rurales del pueblo de Ocoa.

Su derroche de energía, su carisma y su vida dedicada al trabajo eran conocidos y admirados de todos, y en el imaginario popular llegaron a adquirir connotaciones míticas que suscitaron leyendas y anécdotas, unas más verificables que otras, acerca de un hombre incansable, de fuerza sobrehumana, a quien, por eso, muchas personas bautizaron con el nombre de "Guayacán" (árbol americano de apariencia humilde y hasta endeble, pero de madera muy dura, tenaz resistencia y difícil de quebrar). Lo cierto es que durante muchos años, el padre Luis puso al servicio de la comunidad una increíble fuerza física y una gran determinación; no sólo podía ensamblar una excavadora, sino que a menudo él mismo conducía los aparatos mecánicos pesados que se utilizaban en los trabajos que dirigía;3 y después del trabajo duro en el campo, regresaba al pueblo al atardecer para oficiar las misas, en las que a veces tocaba la guitarra para cantar las canciones que él mismo componía.

Sus homilías eran emotivas e inspiradoras: invitaba al trabajo honrado y sacrificado, al desprendimiento material, a la solidaridad, a la justicia y, en general, "al amor y la esperanza" y a "los caminos de la paz". Y predicaba con su propio ejemplo.

Era un líder religioso y comunitario, que antes prefería estar al lado de los más pobres que de los más ricos. El resultado es que durante su vida llegó a gozar de la admiración, cariño y respeto de toda la sociedad ocoeña: ricos y pobres por igual. Llegó a convertirse en un árbitro imparcial y objetivo en quien buscaban apoyo los grupos locales económicos, políticos y sociales. El respeto y agradecimiento hacia su persona era compartido por católicos y evangélicos, creyentes, no creyentes y agnósticos. La razón es que era imposible asociarlo únicamente a la religión católica de la que él era ministro, o a una ideología específica, porque su increíble humildad y sensibilidad humana, y el profundo amor que sentía por su pueblo, lo habían colocado por encima y más allá de cualesquiera intereses que no fueran los de los pobres y campesinos que defendió hasta su muerte.

Reconocer oficialmente la labor del padre Luis a nivel local, nacional e internacional se convirtió en una costumbre. Los ocoeños no dejaban pasar una ocasión para dedicarle un diploma y un aplauso. Entre los reconocimientos que dan cuenta del enorme impacto de su trabajo figuran la Orden de Canadá, en 1995, que es el máximo reconocimiento del pueblo canadiense a sus ciudadanos; la Medalla "Augustae Crucis Insigne" Pro Ecclesia et Pontifice de 1995, del Vaticano; la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comandante, en 2001, que constituye el máximo reconocimiento del Estado dominicano a una persona; la distinción de "Padre Protector de Ocoa", en 2002, reconocimiento que el Congreso dominicano le impuso con motivo de la conversión de Ocoa de municipio a provincia, gracias en parte al trabajo de desarrollo del padre Luis (veinticuatro, de los treinta y dos senadores dominicanos, hicieron el viaje de casi dos horas de la capital, Santo Domingo, al pueblo de Ocoa, para entregarle el reconocimiento en la casa parroquial, donde el padre Luis los recibió); la Cruz Suprema del Vaticano en 2005, y su nominación al Premio Nobel de la Paz de 2005.

Después de su muerte, se ha puesto su nombre a algunas obras públicas, como el Parque Nacional Luis Quinn, establecido en la cordillera Central, la región montañosa en cuyo centro está enclavado Ocoa.















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